El otro día después de leer el libro de Joan Foncuberta La cámara de pandora, estuve viendo la película Memento, en la cual un hombre ha sufrido un grave transtorno celebral. Dicho trastorno hace que pierda la memoría reciente, recuerda el pasado más lejano (antes de sufrir dicho trastorno), pero nada de lo acontecido después.
Bien, para poder acordarse de las cosas recurre a un método sistemamático para que no se le olvide nada. Va fotografiando todo y anotando por que es importante esa foto para él.
Ya hace tiempo estuve escribiendo sobre este tema y como la fotografía esta relacionada con la ontología en su base más profunda. La fotografía no permite “ser” desde el momento que nos recerda, que nos somos, que hicimos y con quién estuvimos. Esta memoría, recopilada en imágenes, es esencial para las personas, ya que nos permiten situarnos como personas, en un espacio y un tiempo. Sin ellas, como le sucedería al personaje de la película, estariamos perdidos en un pasado incierto, en el que los recuerdos se trastocarían, dónde la realidad perdería credibilidad.
Dicho personaje, va reflejando en cada fotografía y en un cuerpo lleno de tatuajes su pasado reciente.
Como ya dije anteriormente también: La fotografíaesta distorsionada, porque muestra una realidad que también lo está. Así el personaje mira en sus fotografías una verdad, una realidad, que él se está creando al ritmo de sus fotos.
Hay otra película interesante dónde vemos este mismo efecto: Blade Runner. Alí nos encontramos con unos robots (replicantes) que no son humanos y como tales no tienen memoría ni sentientos… no tienen recuerdos de su infancia, simplemente porque no han tenido infancia. Sin embargo nos encntramos con el último modelo de robot, que incluso tiene fotos de como fue su infancia. Ella recuerda a través de dichas fotos, como fue de niña…
Con estos dos ejemplos observamos como una vez más las fotografías nos muestran una realidad, en la que sus dueños le dan una credibilidad indudable. Podrían decir, tengo fotos luego existo, pero como ya pensaba Descartes en su famoso discurso, estas creencias no son verdades como tales, podemos ser victimas un demonio maligno que nos engaña una y otra vez, mostrandonos una realidad que no es. Ahora más que nunca podemos pensar que así es y a nadie le faltará la razón, no porque las fotos nos engañen, sino porque nosotros queremos que así lo haga. ¿Es la fotográfica dicho demonio? No. Somos nosotros mismo los que trastocamos la realidad una y otra vez, sin dejar mostrar la objetividad del objetivo.