Viaje a Islandia – Día 3 (Cascadas)

A la mañana siguiente nos levantamos y decimos esperar a que abrieran un supermercado en Selfoss para hacer algo de compra potente y tener ya para varios días, así como echar gasolina. Tras pasar un buen rato en el supermercado y surtirnos de varias de las cosas, seguimos el camino hacía siguiente parada: Seljalandsfoss, una gran cascada de 65 metros de altura. Una de las grandes peculiaridades de dicha cascada es que se puede pasar por detrás de ella, eso sí, conviene llevar ropa de agua, ya que al pasar por detrás terminarás completamente empapado. Aprovechamos y nos hacemos una foto en grupito para mandársela a Marcos, y Somo «el intrépido» decide ponerse justo debajo de la cascada para darse una buena ducha.

Seljalandsfoss

Tras atravesarla, a unos 300 metros, se encuentra otra cascada Gljúfrabúi o Gljufrafoss, quizás algo menos espectacular que la anterior en su altura (son unos 40 metros) y caudal, pero también muy vistosa, ya que está dentro de una grieta a la cual hay que entrar pisando las piedras que hay sobre el rio. La verdad que aunque la anterior era alucinante, está me gustó mas.

Somo «El intrepido» posando bajo la cascada Gljufrafoss.

A media hora de allí en coche llegamos a Skogafoss, otra cascada aún más bonita, su caída superan los 60 metros, pero su anchura uniforme de unos 30 metros de anchura hace que sea una de las cascadas más visitadas y espectaculares de Islandia. 

Skogafoss
Skogafoss

Tras subir por una escalera (son unos 400 escalones) accedemos a un mirador en el que se ve la cascada desde arriba. Ander se anima a subir y aunque la subida es bastante cansada lo hace con gran espíritu aventurero y tesón.

Una vez arriba Somo y yo decidimos continuar caminando ya que hay un pequeño trekking de unos 5 kilómetros que nos permite seguir el curso del río. Según vamos caminando vamos descubriendo distintas cascadas, cada una más vistosa que la anterior, al final me fallan las cuentas no sé muy bien cuantas vemos, quizás unas 10, pero al llegar a la última nos encontramos con una muy similar a la primera, pero en esta ocasión estamos solos para contemplarla. Un lugar rebosante de naturaleza, montañas y ríos. Tras caminar un poco más decidimos descansar, comer unos frutos secos, disfrutar de nuestro good trekking y emprender el regreso. A la vuelta vemos a varias personas haciéndose selfies y pensamos Somo y yo en lo fácil que sería perpetrar un crimen perfecto, empujar a alguna de estas personas, en una paraje aislado como este y sin motivo ninguno ¿quién nos relacionaría con dicho crimen?¿quién no pensaría que sería otro influencer que muere por hacerse un selfie?

Mientras Ander debe de estar esperándonos en el coche o quizás tomando cervezas.

Una vez volvemos, encontramos a Ander efectivamente en el coche, decidimos comer algo allí mismo y pensar nuestro siguiente destino: los Acantilados Dyrholaey. Antes de llegar paramos para ver el avión estadounidense que cayó durante la guerra fría en una de las playas y quedó allí abandonado. Vemos que es un sitio privado en el que tenemos que hacer una caminata para verlo y por lo que leemos tampoco merece tanto la pena.

Llegamos a Dyrholaey. Una bella islandesa nos para en la entrada de los acantilados y nos informa que está cerrado, ya que las aves tienen que descansar porque se estresan con los visitantes. Se supone que dichos acantilados son un paraíso natural para algunas especies de gaviotas, frailecillos y otras aves boreales.

Acantilados Dyrholaey
Acantilados Dyrholaey

Así que tras el fracaso de la visita y por las horas que son decidimos ir a Vik, un feo pueblo pesquero con un gran camping. Tras instalarnos en el camping, en el que nos atiende una simpática española que nos confiesa que no se adapta la vida islandesa, decidimos visitar las playas de arena negra. Mientras contemplamos las aves, de pronto descubrimos que, tras no dejarnos pasar a los acantilados, las playa está llena de frailecillos buscando comida, cientos de ellos están tranquilamente en el mar, mientras nosotros los contemplamos entre chupitos (no se les ve muy estresados).

Frailecillos desestresandose tranquilamente en el mar

Antes de que nos cierren (y por primera vez) decidimos visitar un bar y tomar una cerveza al módico precio de 10€, yo tomo una normal, Somo una IPA y Ander (que le gustan las cosas raras) una de frutos del bosque o algo así, una cerveza dulzona con sabor a fruta. Volvemos a las tiendas y a descansar.

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