Nos levantamos y tras recoger un poco, aprovechando que el propio camping tiene bar y poca infraestructura para hacernos el desayuno, nos vamos al comedor a tomamos un café a precio de oro ¡Cómo no!.
Recogemos y nos disponemos a visitar una autentica villa vikinga, (que es realmente el único reclamo del camping), así que entramos tras pagar ya que con el mismo ticket nos proporciona la entrada en la villa.
Vamos con el coche y tras dejarlo en el primer parking, vemos dicho poblado. Parece que es un poblado creado en 2010 para una película que luego no se rodó, aunque luego leímos que si llegó a grabar una película de Bollywood. Tiene un barco amarrado a las afueras del poblado y tras realizarle una foto a Somo haciendo “el rey del mundo” de Titanic, pasamos a visitar el pueblo. Lo más espectacular es la manada de caballos de pronto atraviesan el poblado al galope.
Tras dar una vuelta por allí, continuamos por la carretera hasta el final, donde hay una salida al mar y a un observatorio de la OTAN. Tras danzar por la zona llegamos a una zona de dunas que dan a una playa. La vista merece la pena, aunque a mi lo que me parece hipnótica es la montaña que está enfrente y vigila omnipresente la zona.
Emprendemos de nuevo camino y nos dirigimos hacia Djúpivogur, un bonito pueblo pesquero lleno de casas metálicas, algo lógico sabiendo la escasez de árboles en la isla, el mayor atractivo del pueblo es una hilera de 34 huevos de granito, creados por el artista islandés Sigurður Guðmundsson para representar las aves de la región. En fin, ¡sin más!
Decidimos ir a comer por primera vez comida Islandesa, así que nos metemos en un bar en el que yo me pido unas patatas, que sin son solas allí las llaman fries, mientras que si van con pescado como es tradicional allí, son fish and chips, que es lo que toma Somo, Ander se decanta por una hamburguesa. Hacemos un poco de tiempo y justo al lado abren una cervecería artesanal, así que decidimos entrar y probarlas. Yo me tomo una flojita… que luego me toca conducir. Están buenísimas así que pillamos unas latas, que las venden a un precio razonable y veo como las provisiones pilladas en el aeropuerto han ido disminuyendo misteriosamente.
Continuamos viaje bordeando un fiordo, que son valles producidos por la erosión y luego invadidos por el mar, vamos haciendo alguna parada, viendo el paisaje, viajamos con calma y con alguna pausa. Nos dirigimos a Seydisfjordur, considerado por muchos el pueblo más bonito de Islandia, pueblo pesquero de casas bonitas de colores y rodeado de altas montañas con múltiples cascadas alrededor.
Paseamos por el pueblo, vemos uno de los sitios más fotografiados, un paseo de baldosas multicolores gayfriendly, que llevan a una iglesia. Dicen que en dicho lugar, además de ser el lugar ideal para hacerse un selfie, se ha utilizado para campañas de publicidad (como una de Sony). La carretera que llega al pueblo también es famosa, por la escena en la que Ben Stiller, en La vida secreta de Walter Mitty, en la que baja por dicha carretera en un patinete. Tras dar un buen paseo y no parar de llover, para rematar el día, nos vamos a un bar y tomamos otra cerveza. ¡Ander está feliz!
Emprendemos el camino hacía Egilsstaðir, donde nos disponemos a dormir. No para de llover. Conseguimos plantar las tiendas, pese a la lluvia, pero el camping tiene unas muy buenas instalaciones y podemos cocinar en unas cocinas comunes y cenar y charlar en un gran salón, donde conocemos a un chico que nos oye y nos cuenta que él está haciendo el viaje a la inversa que nosotros. Nos dice que no nos podemos perder Godafoss.
Nos hacemos fuertes en un rincón son sofás y disfrutamos de nuestro orujo diario y nos proponemos madrugar, el día ha sido algo más descansado que el anterior, sin ninguna ruta de senderismo y entrando en tres bares (a tomar tres cervezas en mi caso), al día siguiente nos esperan grandes emociones ¡Ir a ver ballenas!
