La fotografía desde su nacimiento ha tenido siempre posiciones encontradas. En un origen nadie pensó que la daguerrotipia se pudiera considerar un arte, era más bien una ciencia que permitía, a través, de un estudio de la óptica y de la luz un proceso por el que captar o capturar imágenes y fijarlas. Rápidamente algunos pintores empezaron a explorar la técnica y sus posibilidades a través del retrato.
La autonomía fotográfica
La fotografía llegó justo a mediados del siglo XIX, al tiempo que el arte estaba cambiando y reclamando nuevos modelos y nuevas relaciones entre el arte y el artista, el arte y el espectador… así que en pleno apogeo de dichas mutaciones donde predominaban la espontaneidad, la creatividad y la diferencia; la fotografía entró con fuerza (al igual que el cine) para que los nuevos artistas buscaran dicha autonomía, frente a los modos de funcionamiento social normalizados. Artistas como Man Ray o Rodchenko se dejaron seducir, desde distintos puntos de vista, por la fotografía innovando y buscando dichas novedades en las relaciones.
Gracias a la creación de las cadenas de montaje, los bajos costes de producción y el fácil manejo, la fotografía pudo convertirse rápidamente en un arte con autonomía propia, donde cada individuo puede manifestar sus inquietudes, su perspectiva de la realidad y en el que todos podemos sentirnos artistas.
Desde este punto de vista, la fotografía, se ejecuta con una autonomía sin precedentes, cada individuo, armado con su cámara, constituye su propia experiencia; no hará falta que ni instituciones, ni grandes artistas sean los que nos marquen el camino o las tendencias estéticas y sensibles a seguir. Será cada uno, el que decida su propio arte, su propia sensibilidad.
La fotografía multidisciplinar
Otra de las cualidades de la fotográfica son las distintas perspectivas desde las que la podemos ejecutar. La fotografía tiene múltiples registros lo que la convierte en un arte multidisciplinar.
No es lo mismo el uso que hace un individuo particular, de su cámara de fotos, cuando se va de viaje; que el que hace un reportero de guerra o un naturalista cuando va de safari. Esta policontextulidad, como la llamaría Mukarovski, hace que en la fotografía convivan múltiples contextos.
Uno de estos contextos, común y recurrente en la fotografía es su carácter ontológico, el cual se puede analizar desde dos puntos de vista, que caminan de forma paralela y se acoplan de manera constante en el individuo cada vez que ve una instantánea: la realidad y la memoria.
Estas dos categorías, nos permiten conocernos, saber quiénes somos, ya que a través de la realidad que nos muestran las fotografías, nuestra memoria queda reforzada.
Necesitamos pruebas para comprobar que las cosas son reales. Ya santo Tomás se planteaba ante la muerte de Jesús, la necesidad de pruebas para creerlo, claro que en aquella época se tuvo que presentar el propio Jesús resucitado y permitir que santo Tomás introdujera sus dedos en las llagas de su cuerpo, para cerciorarse de que Jesús había salido de su tumba.
En la actualidad no hace falta llegar a dicho extremo, basta con presentar pruebas fotográficas que certifiquen que ciertos hechos han sucedido, para que nos aseguremos que eso es así… La filosofía positivista, veía un gran aliado en la fotografía, ya desde su origen. Cada foto nos muestra o mejor dicho nos demuestra de forma empírica y sensible la realidad.
Fotografía y realidad
Recientemente, con la muerte de Bin Laden hemos vivido un caso curioso, en el que, el mundo entero reclamaba pruebas de dicha muerte. El propio presidente de EEUU, nos hablaba de que esas pruebas existían, en forma de fotografías pero que jamás las veríamos. Todos querían ver dichas fotos, para como santo Tomás, meter mano a las fotos y poder certificar, de esta manera, la muerte del villano.
La fotografía, se convierte en esos momentos en una especie de momia egipcia, embalsamada para la eternidad, nos da el objeto mismo pero liberado de contingencias temporales, nos muestra una realidad eterna. Una verdad para la posteridad.
Dicha verdad viene definida desde la objetividad que nos ofrece la cámara. No es de extrañar que una de las partes principales de la cámara se denomine “objetivo”. Objetivo por que nos muestra una realidad tal cual es, no como las erráticas pinceladas de un pintor o quizás las incontrolables marcas del cincel del escultor. La fotografía es objetiva, a través de su objetivo; nos sirve para mirar todo lo que sucede y detenerlo en un instante para la posteridad. Como el protagonista de “La ventana indiscreta” que postrado sobre su silla de ruedas, mira a través de su teleobjetivo todo lo que sucede en la casa de enfrente, ¿se fiaría de la cámara, si esta distorsionara la realidad, si su objetivo no fuera tal (es decir, objetivo)?
Pero claro, como en todas las herramientas los problemas no surgen de ella (de la herramienta), sino de su uso. De esta forma, la fotografía, ha dejado de ser del todo veraz. Volviendo al caso de Bin Laden, al día siguiente del anuncio de su muerte, apareció un montaje realizado con un popular programa informático de retoque fotográfico, mostrándonos una realidad que no es tal. En las revistas nos cansamos de ver modelos sin arrugas en la cara y sin poros en la piel, una realidad disfrazada que nos impide distinguirla de la ficción.
Pero este “Beso de Judas”, como titula Joan Foncuberta su libro, sobre los engaños de la fotografía, no es reciente. El engaño existe desde que se empezó a trabajar con ella. Pero en estos casos no son las fotos las que nos muestran una realidad distorsionada, sino lo que se dice de ellas. Foncuberta, nos habla de fotos sobre bombardeos devastadores, en la guerra Civil, en los que la propaganda de guerra, se aventuró a afirmar que era la ciudad de Guernica. Realmente no era así, pero su impacto sobre la población y la creación de la mentira, causó el efecto deseado. Nos habla de estudios antropológicos de tribus perdidas en Filipinas, los Tasaday, con todo tipo de pruebas fotográficas avaladas, ni más ni menos, que por el propio National Geographic, nos cuenta como en los años 70, se produjo una conmoción a nivel mundial, al descubrir a dicha tribu con hábitos y costumbres del cromagnón. Años más tarde se comprobó que era un montaje.
¿Debemos pensar, entonces, que la fotografía no nos muestra la realidad?
Pues evidentemente, no. La fotografía no engaña, no tiene esa cualidad. Nos empeñamos en otorgar categorías morales a las herramientas, al arte, a la naturaleza… categorías que no poseen. La fotografía no engaña. Como el algodón, nos muestra una realidad cruda, sucia… la que componen nuestras vivencias, nuestros recuerdos. Somos nosotros los que manipulamos recuerdos, realidades y en definitiva las imágenes.
La fotografía y los recuerdos
Nuestras imágenes, manipuladas o no, son los que nos hacen ser personas. ¿Qué valor tienen nuestras fotos familiares? El valor de mostrarnos la imagen de quienes somos, donde hemos estado, cual ha sido nuestra historia. Es increíble el valor que alcanza una vieja foto en un cajón, que al mirarla realmente no nos diga nada, cuando descubrimos que la imagen atrapada, es la de un antiguo pariente, alguien que probablemente nunca hayamos conocido, un bisabuelo. Entonces dicha imagen, la empezamos a ver con otras connotaciones, desde otra perspectiva, nos empieza hablar de nosotros mismos, algo que valoramos y no queremos perder. Nos dice quienes somos.
Una de las funciones de la fotografía es llenarnos de recuerdos, de impedirnos olvidar experiencias, viajes, amigos, familiares o quizás hechos históricos… es decir son nuestra memoria. Sin recuerdos, sin memoria perdemos nuestra identidad como personas. Enfermedades como el Alzheimer, se hacen terribles desde el mismo momento que nos hacen perder lo que somos, nos borran nuestros recuerdos.
Conclusiones
La fotografía alcanza, en este punto, un valor ontológico, que nos habla del ser mismo de las cosas, de las que muestra de forma objetiva y empírica, como bien planteaban los positivista; y nos habla del nuestro ser, a través de cada imagen emulsionada recordándonos donde hemos estado, con quien y las cosas que nos ha tocado vivir.
La fotografía nos muestra una realidad que nos sirve para acoplarnos de manera formal y un tanto velada a nuestra memoria. Formal y velada por que dota a nuestros recuerdos una información recurrente, que nos ayudará a situarnos en lo que somos y en lo que hemos sido, a través de sus imágenes. Aunque pueda estar tergiversada o manipulada, bien en el propio proceso fotográfico o quizás posteriormente, cuando se ha dado una información falsa sobre dicha imagen. En cualquiera de los casos, estas manipulaciones, ajenas al hecho fotográfico en sí, forman también parte de nuestras vivencias, de nuestra historia y en definitiva de nuestra memoria.