Marruecos I (Garganta del Todra)

En medio de alguna parte, la música de Jean Michel Jarre envuelve y trona hacía miles de kilómetros. Su dulce melodía se funde con el fluir del rio. Las colinas de los cuerpos humanos nos protegen.

Las figuras de las rocas, se mueven creando formas increíbles, aparece una mujer que me acaricia, me envuelve, me sumerge entre sus múltiples brazos, me rozan y me transportan desde allí hasta mi fantasía. Realmente estoy en la otra punta de tierra.

La música, bendita música, no cesa, no se distingue del sonido de la naturaleza, los pájaros, los grillos, el río sonando debajo del puente… Quizás sea un delirio de la ausencia de alcohol, si hubiera al menos una botella de ron aquello adquiriría síntomas de realidad.

De pronto me siento observado, dos ojos me miran fijamente, me estudian, me interrogan. Uno de ellos se guiña sugiriéndome que la pasión puede empezar, la música me embarga y me transporta de allí al infinito.

Las montañas me abrazan y me enredan en uno y mil susurros. Aquellos ojos que me miran y me observan, se cierran, se duermen…

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