Marruecos IV (Toubkal)

Siempre poderosa, nos vigilaba a lo largo de nuestro viaje. Allí estaba una y otra vez, grande, blanca, omnipresente. No era extraño que tuviera el nombre de un dios, realmente no podría llamarse de otra forma.

Una vez nos acercamos tanto que estuvimos a punto de tocarla, pero aquello no fue más que una ilusión pasajera, como aquella que leí una vez sobre un gigante aparente, que al alejarse en lugar de hacerse más pequeño se hacía más grande; hasta convertirse en un temido gigante.

Al pensar en ella, reflexiono sobre Zaratrusta y como precisamente al bajar de una montaña como esta, se convierte en un superhombre (o sobre-hombre, sería una traducción más correcta), aunque mejor pensado tendría que haber encontrado la nada de su existencia frente al dominio de su majestuosidad.

Los hay que osan llegar hasta ella, hasta el punto más alto y querer sentirse sus dominadores, pero eso es imposible. Nadie puede nada contra el dios que sostiene sobre sus hombros la tierra. Nadie puede conquistarla, arrebatarle su energía. Solo se la puede admirar y guardarle felicidad eterna.

Comments are closed