Arturo Ruiz Castillo.
Dos amigos se separan cuando están huyendo a Francia. Uno vuelve a casa y rehace su vida como médico, no sin algunas rencillas entre sus vecinos.
El otro continúa su camino a Francia, allí es encerrado en la playa de Argelès-sur-Mer junto a otros compatriotas. Tras un altercado, por conseguir comida, se ve forzado a matar a uno de los guardías “un negro” (cosa que destacan un par de veces en la película para quitarle importancia que haya matado a un hombre), se ve obligado a huir con los papeles de su compañero e integrarse en la resistencia. Tras una escaramuza con los nazis se vuelve a ver obligado a huir esta vez otra vez a España como partisano o maquis como aquí se les llamó.
En el monte herido por uno de sus propios camaradas, bajan a avisar al médico que una vez fue su compañero.
Resulta interesante ver cómo al empatizar inevitablemente del lado del protagonista, la lucha contra los franceses, los nazis o incluso los propios camaradas de partido resulta hasta cierta forma heróica. No es muy habitual encontrarse películas españolas en las que los alemanes, aunque sea en una breve escena, aparecen masacrados por los republicanos.
Aunque la película sea un intento a la llamada de rendición de los vencidos y lo infructuoso de su lucha, la película vista hoy en día tiene más una lectura pacifista y más que una rendición a una España vencedora parece una rendición a lo absurdo de las luchas armadas en las que nunca hay vencedores, solo vencidos.